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UTFSM | 2014

El valor de una Escuela de Arquitectura

Columna de Pedro Serrano Rodríguez, académico del Departamento de Arquitectura de la Universidad Técnica Federico Santa María.

El valor de una Escuela de Arquitectura
Comunicado de prensa

El valor de una Escuela de Arquitectura

Escribiré desde la experiencia personal. Desde 1976, o sea casi 40 años, llevo haciendo docencia para la formación de arquitectos, desde un punto de vista curioso pero complementario. Soy ingeniero electrónico de la Universidad Técnica Federico Santa María. Mirar desde allí me da algunas ventajas.

En ese rango de tiempo, desde la antigua Universidad de Chile Sede Valparaíso, pasando por la U. De Talca, por la UTEM de Santiago, por la UCN de Antofagasta, entre otras, el rasgo fundamental que ha distinguido a la formación de arquitectos, de la formación de muchos otros profesionales, es que la entidad formativa no es una carrera universitaria, sino que es, como sea, una ESCUELA universitaria.

Escuela con mayúsculas, puesto que este es precisamente lo que hace distinta a la formación de arquitectos, en una disciplina que une las Artes con la Técnica, cosa curiosa y profundamente contradictoria, puesto que técnica, de Téchnē (τέχνη, arte, técnica u oficio) significan en el fondo lo mismo.

Una escuela, así a la antigua, se diferencia a este fenómeno actual post moderno que tuvo su auge mayor en el Chile de los 80. Ese de las carreras universitarias donde lo importante son las clases, el currículo fijo y ese ir y venir de profesores hora a poco sueldo. En Chile fue el modelo concordante con los procesos de control de la dictadura y la economía de mercado, que miraba con hambre el lucro posible en la educación. proceso consolidado para dividir y reinar. Mucho pensamiento junto era peligroso, la fragmentación aun es lo que hoy pareciera costumbre y normal.

Una escuela universitaria es un centro dinámico de generación de pensamiento universitario, de allí su peligro en dictaduras. Una escuela es un grupo humano, diverso creativo y dialogante que genera un ámbito universitario transversal, creativo y propositivo. Una escuela genera pensamiento cultural nuevo y por supuesto, es muy distinta a una carrera con coordinadores temáticos y decenas de profesores hora, que hacen sus clases normadas y se van desesperados, sumados a investigadores contratados que investigan lo suyo, publican, dan puntos y se van.

Una definición de la RAE, 6. f., dice para escuela: Doctrina, principios y sistema de un autor o conjunto de autores. Esta definición acerca más el concepto de escuela a los orígenes helénicos antiguos. La palabra proviene del griego clásico σχολή (skholḗ) del que se llega al latín schola. En griego esto significa tranquilidad o tiempo libre, de allí, según autores, se llega a “que es lo que se hace en el tiempo libre”. Lógicamente ese tiempo libre de la antigüedad no es parecido al actual concepto de tiempo libre. Una escuela en los tiempos de Platón usaba ese tiempo libre para pensar. Pensar renueva los conceptos, es la base de la creatividad, la cultura y el desarrollo humano.

Al final, en nuestra actual cultura de la eficiencia productiva, el dinero como patrón de referencia universal y el consumo automático masivo-inducido. Una escuela en el concepto descrito llega a ser una unidad muy difícil de entender.

Sin embargo, es precisamente ese campo del pensamiento dinámico, el que genera las escuelas de arquitectura y las fragmenta desde la universidad eficientista de los últimos tiempos.

Alguien estableció por allí que la universidad hace Docencia, Investigación y Extensión y todos nos quedamos en esta reducción. Una universidad hace clases, investiga y se relaciona hacia afuera. Sin embargo, el asunto principal, cual es su universalidad, lo que permite la generación de pensamientos, propuestas y actitudes culturales para el verdadero desarrollo humano, que no es otra cosa que la búsqueda de nuestras opciones colectivas de bienestar y bien ser. La felicidad humana al fin.

Todo eso ha dejado paso al control desde el mercado económico, la profundización de las brechas y la alienación colectiva no pensante, esta ultima necesaria para que el esquema establecido funcione.

Para enseñar arquitectura, donde la creatividad es el primer y básico insumo, se requiere un ámbito donde un grupo humano piense, dialogue y construya procesos dinámicos que, siendo diversos en sus estilos, faciliten el crear los espacios, las ciudades y el ambiente donde los grupos humanos cobijen felizmente sus actividades. Esto último es precisamente el papel principal de la arquitectura y los arquitectos. Y esto explica por qué no puede ser puramente tecnológico, ni puramente artístico. Al final es un actuar profesional con sentido y el sentido es lo que construye la escuela.

Por lo mismo anterior, Arquitectura no puede ser una carrera donde se impartan fríamente ramos secuenciales y normados que llevan a un título. Se necesita generar espacios de pensamiento y ámbitos que faciliten aquello, para especular sobre realidades posibles y eso es esencialmente el llamado “Taller de Arquitectura”, donde se plantean problemas técnicos, artísticos y culturales y políticos que curiosamente, no tienen una sola solución acertada, como podría ocurrir con las matemáticas. La arquitectura no es exacta, puesto que da cobijo a la actividad humana, que tampoco lo es. Es probable que la robótica transite en la actividad exacta de las máquinas, pero la Arquitectura es (aun) intensamente humana.

El conflicto de entender esa sutil diferencia en la enseñanza, es lo que ocurre con todas las escuelas de arquitectura de Chile y lo es también en muchas partes del mundo. Insertas en la economía de mercado y en universidades compuestas por carreras.

En Chile hay que reconocer y recordar que lo primero que hizo la dictadura en la vieja Universidad de Chile fue destruir y dispersar las sedes regionales, las facultades, con sus conjuntos de escuelas, con un decano y convertirlas en fragmentos independientes donde resultó afín el modelo de carreras independientes, con directores, con un currículo fijo, algunos pocos profesores de planta y una miríada de “profesores taxi” que corren de aquí para allá con bajos sueldos . Hoy en día en Chile, además, se acreditan carreras, no escuelas ni menos aun facultades.

En este contexto, la Universidad Técnica Federico Santa María, aventuró, especuló hace mas de 16 años con la creación de una carrera de arquitectura. Evidentemente más cercana a la tecnología, pero que pudiese entregar esa diferencia comentada al ámbito de las ingenieras.

16 años después Arquitectura USM, bien acreditada, en la reducción conceptual de carrera, ha llegado a colocarse en los primeros lugares de apreciación en las encuestas que administra el mercado. 3ª el 2012 y 4ª el 2013, todo un logro, si se expone que en Chile hay hoy en día más de 40 carreras vigentes. Nuestros egresados tienen la más alta tasa de empleabilidad y la mejor percepción desde quienes los contratan, muchos además emprenden creativamente y con éxito de modo independiente.

¿Cómo se logra eso? bueno, con una escuela, no con una carrera, a pesar de los indicadores universitarios que nos rodean y que empujan el concepto de carrera. La comunidad de arquitectura USM lucha por mantenerse como escuela. Una escuela que la hacen la comunidad de su personal, sus docentes, investigadores, estudiantes. Más allá de nuestros académicos de planta, no tenemos profesores hora contratados sólo para hacer clases, la mayor parte de ellos son buenos docentes y con formaciones importantes, interesados en diversas líneas de desarrollo, se integran a equipos, aportan al pensamiento, la investigación y a la conformación del equipo de la escuela. La mayoría tiene su magister aprobado, todos ejercen la profesión en el competitivo medio externo.

Resulta difícil en una escuela como esta, enseñar arquitectura sin tener una buena experiencia profesional activa. Este contraste entre los estudios cursados y la experiencia profesional en la práctica real, es un tema donde el justo equilibrio promete una buena escuela. Resulta difícil enseñar cirugía sin haber operado a nadie vivo antes.

La arquitectura se hace y aprende mucho desde la práctica. El aprender haciendo es parte de nuestras estructuras metodológicas más exitosas. Nuestros estudiantes resuelven y se enfrentan a problemas concretos desde sus inicios en la escuela. A diferencia de otras carreras en ingeniería, un estudiante enfrenta la arquitectura desde el día en que entra. El ABP o el Aprendizaje Basado en Problemas es lo que el taller de arquitectura desarrolla hace décadas. Hemos participado los últimos años en los congresos de la SOCHEDI, Sociedad Chilena de Educación en Ingeniería. En ellos el ABP, los talleres de proyectos y la iniciación tratando desafíos de ingeniería, parecieran toda una novedad, algo que arquitectura hace muy bien hace muchas décadas. Todo esto requiere de un ambiente adecuado para ello y ese ambiente es la Escuela. No es la carrera.

Una cosa es tener una malla curricular y otra muy superior es tener una escuela como aplicarla. Es muy difícil, por no decir imposible, hacer escuela con profesores hora, mal pagados que corren de aquí para allá con la lealtad concentrada en sobrevivir.

Por todo lo anterior nos hemos concentrado en la Universidad Técnica Federico Santa María en construir una escuela de Arquitectura, con un equipo de gente diversa, bien formada, creativa y ojalá, bien sostenida y con continuidad. Todo un desafío en este mundo de carreras de mercado donde el patrón son las horas de clase y sus respectivas horas de preparación y corrección. Un mundo donde el pensar y especular y realizar proyectos universitarios integrales es casi una utopía. En eso somos diferentes.


Fuente: UTFSM / Comunicaciones - 28/02/2014


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