R�quiem para la bah�a de Quintero
Columna de Pedro Serrano Rodr�guez, acad�mico del Departamento de Arquitectura de la Universidad T�cnica Federico Santa Mar�a
Columna de Pedro Serrano Rodr�guez, acad�mico del Departamento de Arquitectura de la Universidad T�cnica Federico Santa Mar�a
En alg�n momento, hace un par de a�os, describimos c�mo la zona de Puchuncav� y Ventanas se hab�a convertido en una �zona de sacrificio�, una definici�n �no admitida en nuestra ley� que busca calificar aquellos territorios donde el abuso ambiental de industrias y prospecciones de todo tipo, convierten un espacio con anterioridad poblado y sano, en una zona con su suelo, su aire y sus aguas, contaminado e insalubre para desarrollar la vida humana, animal y vegetal.
Con sus varias termoel�ctricas, sus industrias qu�micas, su puerto de desembarque de carb�n y de petr�leo, su terminal de gas natural licuado, su fundici�n de cobre, todas ellas durante varios a�os han emitido metales pesados, di�xidos de azufre, desincrustantes y un largo etc�tera. Seg�n la historia, el desastre se inici� hace unos 50 a�os. En todo ese tiempo, el Estado de Chile ha logrado establecer una paradigm�tica zona de sacrificio, paradigm�tica en t�rminos de ser un ejemplo o modelo de aquello que nunca debi� suceder.
Con altos �ndices de c�ncer, los mayores de nuestro pa�s, con episodios repetidos de contaminaci�n del aire con di�xido de azufre, en la tr�gicamente famosa escuelita de La Greda, la recomendaci�n humanamente aceptable era considerar que dicho territorio no es habitable y no lo ser�a por muchos a�os m�s. Tal grado de contaminaci�n es irreversible en muchas d�cadas a futuro, aun cuando el proceso se detuviese hoy. Debiera ser un deber moral, c�vico, de salud, de derechos humanos, trasladar sus habitantes a lugares equivalentes, indemnizarlos por todas esas muertes y sufrimientos y �honestamente� aceptar que el concentrado desarrollo industrial de esa �rea, al no tener consideraciones ambientales y humanas profundas en su planificaci�n y desarrollo, ha logrado la creaci�n de una �zona de sacrificio� irremediable.
Sin embargo, lo anterior pasaba en tierra firme, la que rodea lo que conocemos como la bah�a de Quintero, otrora f�rtil en productos del mar, tanto en peces como en moluscos y crust�ceos, con praderas marinas de cochayuyo y luche.
Actualmente hay dos antiguas comunidades de pescadores en esa bah�a, con zonas de cultivos marinos. Donde antes estaban los changos en sus balsas de cuero de lobo marino, donde abundaban las machas, los locos, las almejas, los congrios, las viejas y los pejeperros. Actualmente, el fondo es un desierto fangoso y est�ril y con un mar sobre el que se han derramado aguas servidas, �cido sulf�rico, carb�n mineral, aguas de refrigeraci�n de termoel�ctricas con toneladas de desincrustantes, aguas adem�s calientes y mortales, cientos de toneladas de d�a y noche por muchos a�os y al final, por supuesto, y varias veces, derrames importantes de petr�leo crudo cuya infinit�sima capa de disoluci�n cubrir� toda la superficie de la bah�a.
La bah�a de Quintero ya est� biol�gicamente muerta, habr� que aceptarlo; cualquier cosa que se pesque o cultive en el mar �tambi�n en tierra�, estar� sometida a ambientes tan t�xicos, que si lograsen crecer all�, ser�an un peligro para los humanos.
Los desincrustantes han matado todos los moluscos, ha habido varazones de sardinas, pobrecitas ellas, que son migratorias y tuvieron la mala suerte de entrar a la bah�a; en resumen, los pescadores locales saben perfectamente que su bah�a ha sido biol�gicamente asesinada por nuestro estilo de desarrollo. El progreso ha generado una extensa �rea de sacrificio y una bah�a de inmolaci�n industrial.
Quienes habitan all� y viv�an de la agricultura, la pesca o simplemente viv�an; debieran emigrar, por salud y protecci�n de sus vidas. Debieran ser compensados por las empresas que han lucrado con el territorio y el Estado que ha permitido el desastre durante 50 a�os. No se le puede mentir a la gente. La civilizaci�n ya los ha expoliado; someter a las futuras generaciones locales a tal grado de toxicidad territorial resulta irresponsable, esto no es alarmismo es una constataci�n -�si lo quieren� estad�stica.
Aqu� durante muchos a�os hemos irrespetado los derechos humanos de numerosas familias rurales locales. Por supuesto, nadie se quiere ir de su territorio, donde naci� creci� y cri� a su hijos; es dif�cil asumir que la situaci�n es peligrosa, que las dosis de contaminantes se adquieren de a poco, que el c�ncer se viene arrastrando desde la infancia�
Lo que estoy planteando es que en este caso �como otros en Chile�, estamos ante una responsabilidad pa�s, sectores p�blico y privado incluidos. Que en 50 a�os son muchos los gobiernos culpables. Pero, que a esta altura de la Historia, el a�o 2014, habr�a que admitir que el territorio de Puchuncav� y Ventanas y la bah�a de Quintero, son zonas de sacrificio industrial peligrosas para desarrollar la vida humana.
Fuente: UTFSM / Comunicaciones - 09/10/2014
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