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UTFSM | 2012

Discernimiento en libertad

Columna de Juan G. Ayala, profesor del Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad Técnica Federico Santa María.

Discernimiento en libertad
Comunicado de prensa

Discernimiento en libertad

El 11 de Octubre de 1962 un Papa de “transición” inauguraba la que prometía ser la revolución política religiosa más importante de la Iglesia Católica. El Concilio Vaticano II generaba expectativas en un planeta tensionado por el choque OTAN-Pacto de Varsovia, pero también por el Grupo de los No Alineados. El mundo pobre del sur le decía al rico del norte: Existimos. La decisión de Juan XXIII de convocar a un Concilio responde a la urgencia de abrir un espacio de debate, tanto al interior de “las múltiples iglesias” que cohabitan, como también de las que se han escindido desde el histórico sacrificio del Gólgota. El Vaticano II se adelantó a Mayo del 68, a la crisis de los misiles y a Vietnam.

Era necesario un cambio en esos tiempos de cambios. Su antecesor Pío XII, un

noble italiano que había sobrellevado la segunda guerra mundial, era la antítesis humana de Juan, el patriarca de Venecia que asumía anciano y revolucionario. Y su sucesor Pablo VI fue sobretodo un embajador. Continuó el rumbo que demandaban los padres conciliares, pero con el tino y la prudencia propias de un diplomático de carrera. Solo será Juan Pablo II, quien durante su largo pontificado llevará el “aggiornamento” de la Iglesia, más a formas que a fondos. El aparente fortalecimiento de la colegiatura episcopal, que el Concilio habría logrado frente a la administración más monárquica de la Curia, está lejos de ser una realidad. Más bien se observan signos de concentración que de horizontalidad. El principio de la infabilidad papal, frente a la opción obispal que la asume compartida en tanto el propio pontífice es miembro del orden episcopal, por ejemplo, o temas como el celibato, aun esperan una resolución para los creyentes.

Esas reticencias de la Curia ya estuvieron presentes al

momento de abrirse el debate conciliar, sin embargo, el logro de Juan XXIII fue precisamente instalar el principio del discernimiento en libertad, optando por el episcopado reunido frente al episcopado disperso, y tal como lo señalara en el Discurso de la Luna lo importante era iniciar el debate, no importando cuántas jornadas se necesitaren para concluirlo. Pasados 50 años no podemos inferir que el Concilio sufrió de gatopardismo, pero su estudio crítico en nuestro siglo XXI, es más necesario que nunca. Ahora es otro tiempo de cambios globales y locales, y la Iglesia Católica puede quedar otra vez a la vera del camino de la historia.


Fuente: UTFSM / Comunicaciones - 17/10/2012


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